Latorre llevaba ya tiempo queriendo ejecutar esta propuesta porque presenciaba, entre perpleja y entristecida, cómo algunas mujeres desmenuzaban en la panadería o en las tiendas del barrio historias que pertenecían a su vida más íntima. «Hay grupos de mujeres desayunando en la granja, pero algunas no tienen con quién compartir el café y entonces explican cosas personales en cualquier entorno. Por eso quise crear un espacio de fácil acceso para las mujeres que no tienen con quién hablar» , explica Latorre.
Hombres y mujeres también tienen distintos púlpitos para predicar sus preocupaciones. «Los hombres si quieren conversar lo tienen fácil. Entran al bar y enseguida encuentran a alquien con quién hablar de trabajo o de fútbol. A veces me pregunto qué sería de ellos si no hubiera fútbol» , ironiza.
(Nota: El periódico)
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